Kim
Cantante Vietnamita:
El Hip-Hop Llega a Vietnam
Sus
padres la llamaron Le. Pero hace tres años, cuando empezó su carrera de
cantante, eligió llamarse Kim, porque quería un nombre que todos pudieran
recordar fácilmente.
Le nació en 1991 en Hanoi, la capital de Vietnam: en esos
días su país empezaba un ciclo de desarrollo industrial y comercial a la china,
que lo convirtió en el segundo milagro capital-comunista asiático –y grandes
cambios sociales. Los padres de Le, por ejemplo, tienen empleos que no existían
hace veinticinco años: su madre trabaja en una compañía que fabrica juegos de
computadora; su padre, en una oficina comercial. Le iba a la escuela pública,
jugaba, pintaba árboles y soles, cantaba las canciones que escuchaba su hermana
mayor: una vida normal que a veces la aburría.
–A veces pensaba que cuando fuera grande iba a ser maestra; otras que quería
ser una empresaria y ser dueña de una compañía. Cambiaba sin parar. Nunca
pensaba lo mismo mucho tiempo, pero creo que quería hacer algo diferente,
porque la vida me parecía muy aburrida.
El descubrimiento.
Hasta un día, cinco años atrás, en que no paraba de llover,
y Le oyó una canción. Ya tenía doce años; la lluvia la había encerrado en su
casa y escuchaba un CD trucho con una recopilación de música pop que se había
comprado el día anterior. De repente, una de las canciones la sacudió en su
silla: el ritmo tenía una potencia que nunca antes había oído. Kim miró la
información: el grupo se llamaba Bone Thug-n-Harmony y sonaba completamente
diferente. Le acababa de descubrir el hip-hop. Tuvo la sensación de que desde
entonces nada sería igual.
Le trató de averiguar quiénes eran esos cantantes, qué otros grupos hacían
canciones parecidas. Las buscó por todas partes: no era fácil encontrarlas. Al
principio sólo le importaban las melodías; después necesitó saber qué decían
sus letras. No conseguía entenderlas; alguien le dijo que si se iba a un
cibercafé podía encontrarlas en Internet. Su inglés no era tan bueno: con
dificultades, empezó a entender que hablaban de la vida de los negros en los
Estados Unidos, de delitos, de drogas, de sexo, de dinero, de incomprensión
social y enfrentamientos con la policía.
–En Vietnam tenemos muchas canciones, por supuesto. Pero las letras son tontas,
ninguna habla sobre la vida real: son tan falsas. Cuando escuchas canciones
vietnamitas, siempre oyes las mismas palabras: yeu –amor–, chia tay
–separación–. Para mí fue un descubrimiento escuchar canciones que hablaban
sobre la vida de la gente, de cosas reales, de libertad.
A esa altura, Le ya sabía qué quería hacer con su vida: sería una rapera, una
cantante de hip-hop. En esos días se compró, por primera vez en su vida, un
libro: era un diccionario inglés-vietnamita que le sirvió para entender mejor
esas canciones. Le se pasaba varias horas por día escuchando, cantando esas
canciones a todo volumen: sus padres no soportaban tanto ruido, y le dijeron
que sólo podría escucharlas cuando ellos no estuvieran. A su hermana tampoco le
gustaban; Le se sentía sola pero cada vez más convencida.
–Algunos cantantes pueden decirte que el camino hacia la música es difícil,
pueden inventar historias. Pero para mí no fue así. Mi hermana cantaba en una
banda pop de chicas, y le preguntó al patrón de la compañía discográfica si
podía tomarme una prueba.
La iniciación.
Le se preparó. Se puso muy nerviosa, pero trató de calmarse.
Aquella mañana cantó una canción de Tupac, Thugz Mansion: “Mierda, cansados de
que nos disparen./ Cansados de que la policía nos persiga y arreste./ Los
negros necesitamos un lugar donde vivir./ Un lugar que sea nuestro, sólo para
nosotros”. Mientras cantaba tenía la sensación de que no le prestaban demasiada
atención. Cuando terminó, el patrón le dijo que descansara un rato. Le estaba
segura de que había fallado, y su hermana trató de tranquilizarla: “No te
preocupes, siempre podemos intentar en otro lado”.
Pero esa tarde el patrón la llamó y le propuso que hicieran una prueba más
larga, de dos meses. La pusieron a cantar otras canciones –primero en inglés,
después en vietnamita–, le enseñaron a moverse y bailar sobre un escenario. El
productor que la entrenaba le dijo que si quería convertirse en cantante, antes
que nada tenía que aprender a complacer a la audiencia, a cantar las canciones
que le gustan al público. A veces Le se irritaba; otras, pensaba que era un
sacrificio que tenía que hacer para ser lo que quería.
El día que se vencía el plazo el patrón de la compañía le dijo que estaba
contratada. De vuelta en su casa, Le se miró al espejo y decidió que desde
entonces se llamaría Kim. No lo podía creer: lo que todas las chicas querían,
ella lo iba a tener a sus catorce años. Iba a ser famosa, admirada, deseada:
una cantante. Pero también estaba preocupada:
–Me daba miedo no poder manejarlo, yo era muy chiquita. Y las primeras veces
que tuve que cantar en público me asustaba la gente mirándome ahí abajo. Pero
también me daba miedo volverme una cantante pop, yo que quería ser una cantante
de hip-hop.
Sobre todo, Kim no quería cantar las mismas canciones de amores blancos,
separaciones y reencuentros que había escuchado tantas veces.
–Quería hablar de la realidad. Yo hablo de la vida que hay a mi alrededor. Mi
primera canción hablaba de cuánto amo el hip-hop. No funcionó. No atraía al
público. Pero seguí escribiendo sobre nuestras vidas. Escribí una canción sobre
lo que pasa en el colegio. Las canciones de siempre hablan de colegios bonitos,
estudiantes encantadores, de la inocencia adolescente. Pero mirá la realidad:
los estudiantes tienen sexo, roban, hacen cosas malas. Nadie escribe sobre eso,
sólo sobre cosas lindas. Como compositora, escribo también sobre esas otras cosas.
El desarrollo económico ha hecho que los jóvenes vietnamitas tengan mayor
autonomía, mayor movilidad, más lugares de encuentro, más chances de acostarse
con un chico o una chica. Pero para muchos el sexo sigue siendo tabú. En una
investigación reciente, más de la mitad de los encuestados pensaba que los
métodos anticonceptivos son sólo para gente casada.
–Por eso escribo sobre el sexo entre adolescentes, sobre el embarazo. A las
chicas les gustan los chicos populares de la clase. Deben ser ricos, fumar,
tener una actitud cool. Y cuando se enamoran, el chico dice: “Si me amás en
serio, tenemos que tener sexo”.
–¿Creés que es malo para los adolescentes tener sexo?
–Bueno, no es algo malo. Depende de lo que pienses. Si pensás que tu novio es
bueno, una persona confiable... Pero son adolescentes, vos y él. Él no tiene
trabajo, y vos puedes quedar embarazada. Él no podrá hacerse cargo de vos
porque vive con sus padres y no tiene trabajo...
El pasado.
Kim no era intransigente: en sus recitales mezclaba algunas
canciones pop con sus temas de hip-hop; sin dejar de complacer a su público,
les mostraba las canciones que realmente le importaban. Y, de a poco, se iba
imponiendo como la principal cantante de hip-hop vietnamita. Kim canta en
inglés con un acento que combina Harlem y Hanoi, y no le parece contradictorio
cantar canciones estadounidenses. Después de todo, la guerra ocurrió hace mucho
tiempo:
–Yo lo pienso de una manera simple: no tengo edad como para hablar de política.
Pero pasaron muchas cosas para cicatrizar la guerra. Es como cuando el sol
brilla después de la lluvia. Me gusta la tolerancia y el perdón. Perdonar forma
parte de mi personalidad, y me gusta que otros perdonen. Yo ví unos
documentales sobre la guerra y era terrible, tantas muertes, tanto dolor. No sé
por qué hicieron esa guerra, solamente siento que la guerra es terrible.
–¿O sea que no te parece contradictorio?
–No sé. No quiero hablar de eso. Fue un error, ellos pidieron perdón. Ahora esa
guerra se ha vuelto algo del pasado. ¿Por qué mirar al pasado y no al futuro?
Su primer disco, Kim, se publicó en septiembre de 2006, y se vendió bien. Sus
canciones sonaban en la radio y alguna llegó a estar entre las primeras de las
listas. Kim hacía recitales, cantaba en televisión, representaba a su país en
festivales internacionales. En esos días, una ONG holandesa, Medical Committee
Netherlands, le hizo una propuesta diferente: que trabajara con un grupo de ex
drogadictas HIV positivas que querían armar una banda de música. Kim las alentó
a rapear sus propias historias para contárselas al público: así se formó Cactus
Blossoms.
–Fue realmente emocionante, entendí cómo podía ayudar a otras personas con la
música. Esas mujeres contaban cómo se habían infectado, cómo era vivir con HIV,
discriminadas, estigmatizadas. Había gente que lloraba cuando las escuchaba.
Kim también tuvo que enfrentarse a la incomprensión: sus padres y sus amigos le
decían que tuviera cuidado cuando estaba con ellas, que no se acercara, que no
las tocara.
–La mayoría de la gente no sabe nada sobre el HIV/SIDA, creen cosas
equivocadas. Por eso me pareció bueno hacer ese trabajo, para que se enteren de
la verdad sobre estas cuestiones.
No fue tan fácil: algunas de las Cactus Blossoms pidieron que su espectáculo no
se diera en televisión por miedo de que sus parientes fueran discriminados.
El éxito.
En 2007, un tema de Kim, Playing Hard, fue seleccionado como la
canción oficial de la
Asian Football Cup: fue un respaldo importante. Kim tiene
cada vez más difusión pero no termina de despejar sus dudas: sus productores le
piden que sus conciertos sigan incluyendo canciones pop, para no decepcionar a
esa parte de su público, y ella, pragmática, por ahora lo acepta. Su próximo
álbum tendrá dos o tres de esas canciones.
–¿Por qué?
–Me preocupa el público. Tengo que preocuparme por él.
–¿Para vender más discos?
–Sí. Hago hip-hop para adolescentes, pero los mayores no quieren escuchar eso.
Y yo quiero que ellos también compren mis discos.
–¿Te importa ser famosa?
–Sí, a todos nos importa. ¿Quién no quiere ser famoso?
–¿Y cómo te ves cuando tengas treinta años?
–Uy, a esa edad ya voy a ser muy vieja para cantar. Pero me imagino con mucha
plata, dueña de mi propia compañía de discos. Entonces tendré una casa muy
grande y ayudaré a cantantes nuevos. Lanzaré una línea de ropa y tendré
suficiente espacio para que los chicos hagan deportes extremos… Pero no te voy
a decir nada más, porque cuando uno cuenta los proyectos no se cumplen.
Hoy Kim tiene algunos proyectos que sí están a punto de cumplirse. En los
próximos meses va a grabar un videoclip y realizar una gira con canciones que
tratan de violencia doméstica, sexualidad adolescente, salud reproductiva, con
la colaboración del UNFPA. En esas canciones Kim sigue hablando fuerte de esas
cosas que la mayoría de los vietnamitas dicen, si acaso, en voz muy baja: “…
Todos descubrieron su felicidad:/ es su propia familia./ ¿Por qué formamos
familias?/ Para tener algo que amar./ Y no… Yo… Por favor, miremos los ojos de
esos chicos./ ¿Qué ven?/ Yo sólo veo las lágrimas de los chicos heridos./ ¿Es
esa la casa que esperás?/ ¿O parece el derrumbe causado por un huracán?/ Vamos,
pensá, ¿es esa la casa del dolor?/ Los padres parecen civilizados, pero
esconden mucha tortura./ Golpean a sus chicos, los amenazan, y nadie se
preocupa por ellos…”.
Kim canta con un ritmo infernal y una mezcla de enojo y compasión en la mirada.
A veces, dice, se olvida de que tiene diecisiete años, pero en general Kim se
sigue viendo como una chica normal, que va a la escuela, hace sus tareas, canta
sus canciones y sale con sus amigos.
–¿Y tenés novio?
–No.
–¿No tenés ganas?
–Sí, tengo. Pero cuando me gusta un chico no sé cómo acercarme, qué decirle.
Por eso el chico no se entera de que me gusta. Y hay otros a los que les gusto,
pero a mí ellos no. Así que en realidad no sé qué hacer para tener novio…
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